2 de diciembre de 2016

Esclavos del olvido

"El sol nunca podrá encontrarnos", dijo ella, entrelazando sus dedos con los míos. "Huiremos de su luz, evitaremos su brillo, nos esconderemos entre las sombras. Seremos unos fugitivos del astro rey, unos rebeldes contra sus órdenes. Él no podrá vernos, y buscará nuestro refugio entre los bosques", continuó, posando delicadamente su otra mano sobre mis labios callados.
"El sol nunca podrá encontrarnos, porque nuestros cuerpo pertenecerán a la luna. Nos bañaremos en sus ríos de níquel, jugaremos con su risa misteriosa, morderemos su superficie de ilusiones. Seremos sus descendientes más preciados y sus sucesores más ilustres. Rodaremos entre sus rayos y nos guiaremos por sus placeres", siguió susurrando suavemente, mientras sus labios se acercaban paulatinamente a los míos.
El olvido.
"El sol nunca podrá encontrarnos, porque, al llegar el día, seremos esclavos del olvido".
Hubiese congelado la escena en ese momento. El viento acariciaba su cabello bajo la sombra de un cerezo adolescente, y en sus entrecerrados ojos titilaba un ligero y contenido suspiro de deseo. Mi respiración continuaba cortada, interrumpiendo el melodioso gorjeo de un ruiseñor escondido.
Sentía su calor en mi agitado pecho, mientras mi corazón se disponía a dar un buen salto.
"¿Serás como el sol?", musitó, obligándome a mirar hacia sus musgosos ojos, justo cuando el último pedazo de mi consciencia caía.
"¿Me olvidarás?"

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